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2 thoughts on “Nanook of the north

  1. “Nanook, el Esquimal” se erige en la historia del cine como el primer documental de la historia. Rodada en aproximadamente dos años y medio por Robert Flaherty, luego de una travesía previa llena de pormenores que lo llevó a regresar a las tierras esquimales para registrar a su sujeto, “Nanook”, un cazador esquimal que, junto a su familia, habita en las frías tierras que hoy forman parte de Canadá.

    “Nanook, el Esquimal” es acusado de ser un documental falso, con escenas guionadas, lleno de sesgos, y cuyo único fin es infantilizar a los esquimales, pobladores milenarios de esas tierras. El mismo director admite que, por ejemplo, reclutó a “actores” para este film, como a Allakariallak, famoso cazador que encarna a Nanook.

    En mi caso, apenas terminé “Nanook, el Esquimal”, dejé la sala totalmente convencido de que, salvo por algunas escenas caricaturizadas, Nanook y su familia eran reales, que el iglú en el que durmieron era el mismo que construyeron (sin saber que se trataba de un falso iglú cortado a la mitad para permitir el paso de luz y favorecer las tomas), que la caza era tal y como se la mostraba, y que el primer documental era, en esencia, mayoritariamente “verídico”.

    ¿Es “Nanook, el Esquimal” un documental? En mi opinión, sí, lo es. Lo es en las sonrisas un poco avergonzadas de sus personajes, en los animales de apoyo o de caza, en los amplios desiertos helados, en la actitud de Flaherty de internarse cerca del Ártico durante dos años y medio con el solo objetivo de contar una historia, menos o más ficcional. Es un documental porque, en su contexto histórico, simboliza el pase del positivismo y del darwinismo social hacia una antropología que se entiende con las demás culturas, al mostrarnos a esta familia que, a pesar de la intencionada infantilización, se la ve con un lente humano que excede sus costumbres y abarca sus gestos, juegos, sonrisas y miradas.

    Que el primer documental de la historia no haya seguido las pautas convencionales de un documental (la verosimilitud, la no-interferencia o el sesgo) es una curiosa ironía que define la esencia de lo documental. ¿Quién pone los límites de lo que es real y ficcional? ¿Hasta qué punto es objetivo un documental? ¿Cuándo decidimos creer lo que vemos? Tal vez me abrí a esta película con demasiada ingenuidad, pero qué es el documental sino entregarse a él con total o parcial ingenuidad por algunos minutos u horas.

  2. Si una de las intenciones/resultados de las películas documentales es impulsarnos a salir a ver el mundo, circundante o más lejano, para conocer sus hechos, los seres que lo habitan y sus historias, los fenómenos naturales que lo determinan , las transformaciones que unos y otros van experimentando con el transcurso del tiempo y el devenir de las interacciones; acercarnos a la complejidad de todo esto, despertar nuestra curiosidad e interés por ir “más allá ” entonces, sin lugar a dudas, Nanook el esquimal es un documental.
    Poco importa, para mí, el hecho de que su director haya (re)construído la realidad que deseaba mostrar, la haya modificado artísticamente a través de diversos procedimientos fílmicos (por ejemplo los diferentes encuadres y planos utilizados) o narrativos (comentarios que tienden a realzar el dramatismo de los acontecimientos, simultáneos o posteriores al relato): el resultado de esta transposición artística es sensibilizarnos ante lo que estamos viendo, logrando un mayor acercamiento a los hechos y a sus protagonistas. Y también puede, reflejándonos en ese espejo, hacernos reflexionar acerca de nuestras propias circunstancias, ideas y sentimientos.
    Cuando hablo de hechos y protagonistas, no se trata de lo argumental, sino de la vida cotidiana de una familia y una comunidad inuit, más o menos por esa época. No importa que Nanook sea representado por otra persona que tiene, sin embargo, sus mismas características, habilidades y modo de vida; ni que su esposa sea, en la circunstancia, la amante nativa del director; ni que la caza ya casi no se realice con harpones, sino armas de fuego. A través de lo que veo, puedo aproximarme a aquellas remotas regiones, conocer esos modos de vida, plantearme muchas preguntas; también emocionarme y sorprenderme, como suele suceder con todo descubrimiento.
    Enfrentados a lo desconocido, todos somos un poco como Nanook ante la vitrola.

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